Rosácea

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cuperosis

La cuperosis y la rosácea son dos lesiones faciales diferentes pero que a menudo se confunden porque se manifiestan de forma similar, con enrojecimiento en las mejillas y la nariz.

La rosácea es una inflamación de la piel, mientras que la cuperosis se trata de pequeños capilares dilatados. El tratamiento dependerá del diagnóstico, mientras la cuperosis se elimina de forma definitiva y sencilla con láser, la rosácea necesitará probablemente de tratamiento tópico con fármacos.

Qué es la Rosácea: Se produce por una alteración en la circulación de la piel del rostro, pero evoluciona de una forma diferente a la cuperosis. Se trata de una enfermedad crónica de etiología desconocida que afecta a millones de personas en la parte central de la cara y el cuello. Entre las alteraciones que provoca la rosácea se encuentran el eritema o rubor, la presencia de pápulas y pústulas y aumento de telangectasias faciales, pueden acompañarse de quemazón o escozor, edema facial persistente.
La Rosácea suele pasar por varias fases, primero comienza con una inflamación y enrojecimiento de la cara en determinadas situaciones, como el estrés o los cambios bruscos de temperatura, después se dilatan los capilares –en esta fase puede confundirse con la cuperosis- y en una fase más avanzada pueden aparecer foliculitis por todo el rostro.

Tratamiento: Es importante realizar un buen diagnóstico con el dermatólogo. Con la aparición de los primeros síntomas se puede realizar un tratamiento tópico con fármacos y cosméticos para seguir en casa. Cuando las lesiones se han agravado, se puede recurrir a antibióticos. El tratamiento dependerá totalmente del tipo de rosácea que se padezca.

Para prevenir la aparición de cuperosis y de rosácea, el doctor Fernando Ordás recomienda:
• Usar cremas con alto factor de protección solar.
• Evitar la exposición a temperaturas extremas para impedir la vasodilatación de la piel del rostro.

• Cuidar la alimentación: evitar sal, alcohol, picante y tabaco.

• Aprender métodos de relajación que nos ayuden a controlar las emociones (que provocan subidas de la presión arterial).

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